Si uno de los objetivos de un país moderno es el de garantizar educación de calidad en todos los lugares de su territorio, también las pequeñas escuelas deben realizar educación de calidad.
La red nacional de las Pequeñas Escuelas creada por Indire ha permitido, durante los años, superar el aislamiento, unir clases con pocos alumnos y desarrollar procesos formativos basados en el uso de las tecnologías y en la colaboración a distancia.
Es fundamental transformar una limitación (pocos estudiantes) en un recurso (alta calidad), elaborando un paradigma distinto para estas frecuentes realidades educativas, en el que se ponga como objetivo la realización de ambientes de aprendizaje cualitativamente adecuados y orientados a la definición de objetivos pedagógicos y didácticos inclusivos.
Estos territorios son comunidades de memoria, guardianes de un patrimonio de historia, arte, tradiciones y culturas, único y precioso.
Las áreas periféricas y con ellas las escuelas que están ahí, deben considerarse una prioridad absoluta para el país, que deben tutelarse, valorizarse y hacer crecer, con un esfuerzo conjunto de todas las instituciones que se ocupan de ellas.
En las escuelas pequeñas es más fácil trabajar para el logro de la unidad del saber y de la transversalidad, promover la serena convivencia democrática y educar a la ciudadanía activa, consciente y responsable. Colaboración, tolerancia, inclusión, aprendizaje cooperativo pueden constituir los puntos fuertes de estas escuelas.
Una red nacional de las escuelas pequeñas, por último, puede representar un incentivo para programar juntos las actividades y para compartir los resultados entre grupos de profesores que colaboran en el mismo proyecto.